17 dic 2008

Contra la desmotivación.


No hace falta estar en un gran o largo proyecto para sufrirla. Puede asaltar —de hecho lo hace— en cualquier momento, en cualquier actividad y la sufre cualquier persona. Hay muchas formas de combatir la desmotivación pero yo te voy a dar algunas de las claves que mejor me han funcionado a mí.

1 Recuerda el porqué
Detrás de cada tarea, de cada golpe de clic, de cada tecleo hay un porqué. Puede ser la puesta en marcha del proyecto de tu vida, unos estudios que te van a permitir obtener tu primer empleo, un trabajo que te facilitará saltar a otro mejor, el aprendizaje de una técnica que te formará como profesional, obtener un salario con el que pagar ese viaje con el que tanto sueñas, etc.

Vivir sobre railes es lo peor que podemos hacer y hacer las cosas “porque sí” suele ser pasaporte directo a la desmotivación y la frustración. ¿Por qué estás ahí? ¿Por qué vas a hacer eso? Dicho de otro modo: dale un sentido a la tarea, a la actividad o a ese día “tan jodido” que parece no acabar nunca.

Piensa por encima de todo que no es algo que tienes que hacer por narices, porque toca o porque te lo han mandado… es algo que quieres hacer porque te acercará a un objetivo que seguramente un día te marcaste. Recuérdalo de forma frecuente para a) inspirarte e ilusionarte cada nuevo día y b) para motivarte en los días en que todo se ponga cuesta arriba.

2 Disfruta del camino
Nos han enseñado a “celebrar los éxitos y aprender de los errores” pero nadie nos ha enseñado a “disfrutar del camino”. En mi experiencia personal esto es una de las claves de la Productividad y una de las cosas que te animo a practicar con devoción.

Hay que ir celebrando las pequeñas victorias y las pequeñas conquistas diarias. No sólo hay que motivarse con el gran objetivo en mente sino también con los pequeños regalos que obtenemos cada día gracias a nuestro trabajo, talento e intensidad.

“Hoy he trabajado duro, ha costado mucho PERO he conseguido esto, esto y esto. Y ahora es el momento de celebrarlo”.

Eso tiene que ser motivo de alegría y de celebración. En serio. Que esto no le suene ridículo a nadie. Un atleta corre para ganar una medalla pero por encima de todo corre porque le gusta. La propia carrera y cada zancada, aunque le cueste esfuerzo y dolor, es lo que le hacen decir: “hago esto porque me gusta”.

No esperes a celebrar el éxito final de ese proyecto o te estimules con ese gran objetivo en mente. Cada día es una (dura) etapa que hay que cubrir y cuando lo haces bien creo que hay que utilizarlo como incentivo personal. Hay que reconocerlo, saborearlo y aprovecharlo para recargar la motivación que necesitas ese día y al día siguiente y al siguiente…

Nos han enseñado a celebrar los éxitos y aprender de los errores pero nadie nos ha enseñado a disfrutar del camino.

3 Motívate con lo pequeño
Muchas veces no hay que recurrir a los grandes objetivos para motivarnos. En no pocas ocasiones la ilusión —y hasta la pasión— está en las pequeñas y hasta minúsculas cosas que te rodean o que rodean a tu trabajo o a ese proyecto. En esos días en que “todo te da igual” es necesario que miremos y nos fijemos en esas pequeñas cosas que tanto nos gustan.

Puede ser una tarea en concreto, estar con una persona, ir a un sitio, recrear una técnica, utilizar un dispositivo o una aplicación… Cada cual tiene su pequeños tesoros. Si otros días disfrutaste haciendo eso, hazlo de nuevo ese día donde no encuentras ningún aliciente.

Cambia el orden de trabajo, empieza por esa pequeña tarea que te estimula más o haz esa sencilla actividad que siempre te gusta hacer. Utiliza a tu favor esas pequeñas cosas como detonante y estímulo. A veces hay que recurrir a algo pequeño y “tirar de él” para desencadenar la motivación.

En los días en los que ni tienes ganas de trabajar divide tus grandes tareas en pequeñas tareas y luego éstas en minitareas o microtareas. Empieza con la que de verdad te ilusione y empieza a caminar. A veces la desmotivación es una ficticia ilusión que genera tu mente. Verte que vas avanzando te animará y te empujará a continuar.

4 Sé consciente del ahora
En muchas más ocasiones de las que pensamos nos falta motivación porque nuestra cabeza no está en lo que hacemos, no estamos presentes. En esos momentos está presa de pensamientos o en cosas mucho más agradables generalmente relacionadas con nuestro ocio o tiempo libre.

Un concierto, un viaje, una cena, una reunión, etc. Vuelve al momento, sé consciente del ahora y de lo que tienes delante y utiliza ese pensamiento “de ocio” como arma motivadora. Interprétalo como una recompensa o un premio al trabajo que tienes que hacer y para el que te cuesta encontrar un porqué.

Si lo intentas todo y aun así no eres capaz de motivarte… ¡no pasa nada!

5 Date un respiro
Yo miro alrededor y no veo a ningún superhéroe. No sé tú pero yo ni soy una cadena de montaje ni me han fabricado en Cyberdyne Systems. Todos pasamos por valles y montañas, por días muy productivos y días muy complicados. Ambos forman parte de nuestra vida y tarde o temprano llegan. Los días difíciles son absolutamente necesarios para disfrutar todavía más de los días productivos.

Si lo intentas todo y aun así no eres capaz de motivarte… ¡no pasa nada! No te desesperes ni te tortures con frases como “vaya desastre, hoy no estoy rindiendo nada” o “puff, un día tirado a la basura”. Ese día no tomes decisiones drásticas, trata de concentrarte en hacer lo mínimo e imprescindible y dedícate a labores mecánicas o más rutinarias que exijan poca creatividad e intensidad (ordenar, clasificar, limpiar, buscar, etc.)

Sencillamente deja correr las horas del día. El día terminará por terminar. Mañana será otro día, tu motivación regresará y tus tareas y tu proyecto te estarán esperando de igual modo para que des lo mejor de ti.

Fuente: ThinkWasabi.

2 dic 2008

El octavo hábito.


A pesar de todos los cambios que ha sufrido el mundo laboral (nuevas tecnologías, nuevas concepciones, nuevos métodos,etc.), aún seguimos pensando en buena medida desde el paradigma de la llamada Era Industrial, que considera a los trabajadores como una materia prima más.
Esta es una concepción en extremo inconveniente, pues no logra sacar lo mejor de cada una de las individualidades que componen a la organización: algo fundamental en la Era de las Comunicaciones y la Información. Es preciso, pues, hacer
que los trabajadores identifiquen sus potencialidades y aprendan a utilizarlas en beneficio propio y, en definitiva, de la organización.

El octavo hábito supone escuchar nuestra propia “voz interna” y enseñar a los demás a identificar la suya propia. Se trata de enseñarle a los demás el arte de sacarle provecho a lo que es propio de cada individuo; de modo que cada persona se
vuelva indispensable en la organización en virtud de sus capacidades irrepetibles.

El liderazgo es la habilidad de propiciar que los demás entiendan su propio valor y potencial, y que sean capaces de vivir en concordancia con ellos. La visión laboral de la Era Industrial fracasó porque no cultivó la confianza, puso al jefe en el centro de toda actividad, restó poder a toda la gente y desalineó los
intereses individuales y los de la organización. Una alternativa es poner en práctica el octavo hábito y los siete que lo preceden.
Comience por desarrollar sus cuatro inteligencias, identificar su propia voz y expresarse a través de ella.

Para ser un líder, pruébese a usted mismo que usted es confiable.
La mayoría de los líderes deben su fracaso a una pobre personalidad. Los líderes deben demostrarle a los demás su compromiso con ciertos valores: mantener las promesas, ser honesto, íntegro, etc.