La jueza Alaya se me antoja el último farallón antes del estallido social. La veo entrando en los juzgados de Sevilla, con la mirada fría y distante, impasible, como desde tiempos inmemoriales se representa a la diosa Justicia, Némesis del régimen socialista andaluz, larvada y enquistado en el seno de la podredumbre del juancarlismo.
La imagino portando la bandera republicana, la rojigualda, no la tricolor. La veo guiando al pueblo en el cuadro de Delacroix. España necesita héroes y heroinas. Agustina de Aragón, Maria Pita, Juana Galán, María Bellido, Mercedes Alaya..
Los imputados sonríen risueños en la puerta de los juzgados, sabedores de que son dignos súbditos del rey botswano, de la mordida corinácea, del proceder del buitre carroñero. Hay en este caso de los EREs fraudulento aspectos que alcanzan las más altas cumbres de la repugnancia. Que los sindicatos, incrustados en las empresas, criando bártolas e intrigas de bragueta -cosas del no dar un palo al agua - usen su posición como quintacolumnistas para informar de las flaquezas de la empresa y para postularlas como posible candidata a un ERE, donde además acudirían como obra y gracia del Espiritu Santo trabajadores de generación espontánea, muestra que profundas simas de corrupción, ineficacia e incompetencia hemos tenido que soportar todos estos años.
El momento final está cerca. Los cantarines, ante la falta del unte gobernamental, cantan como Carusso con una frecuencia creciente exponencial. Saben trovadores que emiten gorgoritos tiroleses hasta debajo de las piedras. Y lo que te rondaré, morena.
Mientras, las redes sociales siguen en plena incandescencia, creándose nuevas plataformas, nuevos partidos. www.constituyentes.org, www.pnr.org.es. Se acerca el momento, el aire se condensa, el adobe y las piedras antiguas hablan. Los que se arriman a la paré adquieren la gracia del Espíritu Santo, los que se rozan con el limo y el musgo de los árboles son bendecidos por prodigios sobrenaturales que no pueden ser ya contenidos por la Naturaleza y piden humana corporeidad. Ayer, una mujer ciega que pedía limosna a la puerta de un Mercadona, me dijo "Soy Torrijos". Sus ojos blancos me miraron con la sabiduría que lleva retumbando en la tumba dos siglos.
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