En ese estado me hallaba cuando recibí, cual Mahoma o mormón primordial, la revelación Kodak que ahora expongo: España es un estado africano, barnizado de catolicismo y europeidad, pero que adora en su más recónditos fueros al merluzo del Nilo, ese ser prodigioso y camaleónico surgido de la transición-transacción.
La semana pasada peregriné a Toledo en busca de la sacra carcamusa y naufragué nuevamente en el intento de ver en una sola mañana el Museo del Ejército sito en el Alcázar. Acabé feneciendo, saturado de tanta información, encima de un cañón del siglo XVII. En ese estado horizontal pude atisbar, sin embargo, la presencia de las últimas banderas hispanas del Sáhara y del Ifni y las galerías dedicadas al golpe de estado franquista perpetrado por los militares africanistas, que, cual almohades o almorávides barriendo España y la barnizaron, por enésima vez, de africanidad en el peor sentido del término: la clerical-militar.
Esta democracia, caricatura de los régimenes modernos, es un chiringito africano que bajo palio pasea y ha paseado durante cerca de 40 años a los personajes más corruptos y abyectos que se insertaron en la nueva arquitectura, en absoluto democrática, surgida tras la muerte en cama del dictador Francisco Franco. España es una satrapía oriental, es el reino perdido de Saba, es la corte del preste Juan, es la isla de San Borondón, paraíso de la mentira y del merluzo común. Sólo el visionado y la escucha lateral de Susana Díaz, Moreno Bonilla o de Pedro Sánchez me producen tal espanto que sé que la corrupción, madre de todos ellos, va a seguir campando a sus anchas por el solar español, apoteosis de la conjura de los necios.
Es el misterio de España: la unión de la mediocridad para derribar a lo bueno y lo nuevo, el sabotaje continuado por cretinismo por parte de la gran merluzada española. Es la renovada Inquisición contra la modernidad, preñada de seres cínicos cuyo sistema neuronal está orientado al saqueo y a la conspiración contra la verdad que los barrería del mapa en dirección al estercolero. Desde el requerimiento a Francisco de Miranda, ese militar prodigioso, cuando iba a invadir Jamaica, hasta ahora. Nada nuevo bajo el sol.
Una noche dura en Alcalá de Nares, también en Madrid. Miren la hora y parte del artículo de Pedro J. Ramírez.