Fui alumno suyo en los cursos 92-93/93-94 y recuerdo sus clases como unas de las más amenas, divertidas, no exentas de rigor, de toda mi vida académica. Se le notaba que le apasionaba lo que enseñaba y eso, pasa con todos los aspectos de la vida, se nota, marca la diferencia.
El entusiasmo que demostraba en clase hacía que la Física y la Química, que en aquellos años de extrema actividad química hormonal hubieran podido pasar por material pedestre, se transmutase en una Alquimia alegre y divertida gracias a la piedra filosofal de su talento para conectar con sus alumnos.
Miguel era mucho más que un buen profesor: era un buen hombre. Bonachón, bromista, cercano y exigente.
Descansa en paz, viejo profesor.
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