8 jul 2010
La gloria.
Lo más inolvidable del partido de ayer es la cara de Puyol cuando celebra el gol y cuando termina el partido. Es la cara de la gloria, del puro éxtasis. Es la cara de la comunión con el mundo, la cara de la realización personal, la sintonía perfecta entre deseo y la realidad.
Es la cara de Dios, de un cristo postmoderno que no puede aguantar el peso de la gloria y tiene que abrir los brazos como pidiendo una crucifixión, anunciando al mundo que ya se puede morir allí mismo, que ya ha ascendido a los cielos, que ya se ha transfigurado en el monte Hebrón.
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