26 dic 2012

Oleoducto transalpino.

Bienaventurados aquellos que no tienen que vivir tiempos interesantes, benditos e inocentes los que no ven, porque no pueden o no quieren, la esencia de las cosas, el esqueleto último de los días y la insoportable levedad del ser.

Pero en estos tiempos crepusculares, hasta el más ciego de los ciegos granaínos tiene que ver, necesariamente, lo que antaño sólo veían los atentos observadores de las humanas costumbres, sus apegos a la moqueta, sus chutes de tráfico de influencias y su querencia por la rendición remunerada.

El espectáculo que se despliega ante nuestros ojos no puede ser más claro. Emergidos los pueblos del fondo de los pantanos de la "Transición", secos de dinero los abrevaderos de la cosa pública, se levantan los cadáveres a pedir su justo entierro.

La casta política catalana, pujante, pujalte e innovadora, se especializó, ahora sabemos, en un nicho de mercado nuevo y muy adecuado a sus aires de fabriqueta de España: la explotación, a nivel nacional, quiero decir, colonial, de la corrupciò estatal. Maravilloso, admirable, soberbio. Controlan España controlando su corrupción, el hilo dorado que va hacia Suiza y que tuvo a Javier de la Rosa como gran abridor de cuentas y trasiegos.

El grifo, el oleoducto de la corrupciò, el cáncer de nuestra sociedad que ahora nos azota con fuerza, con su querencia de dineros y millones de pollos clientelares, pasaba por Catalunya y regaba a todos los partidos de este Régimen siniestro (muy escorado a la izquierda), demagogo y populista.

Ese gasoducto de ponzoña ha corrompido, ha regido (por la cosa regia) la vida política, social y económica de este país durante más de tres décadas, impidiendo el normal desarrollo de la actividad productiva, promoviendo un capitalismo castizo, digital (muy innovadorrrr), que además retroalimentaba el discurso anti-imperialista, antiamericano, anticapitalista, que niega el sistema no habiendo funcionado jamás ese sistema en España.

En España no se ha creído jamás en el potencial del individuo, o mejor dicho, no se le ha dado nunca esa oportunidad. Siempre de la mano del padrino o la familia, se ha llegado al reservado en los toros o a la mejor porción de lubina en el restaurant a base de incrustarse en estructuras homologadas por los diversos regímenes que historicamente han asolado España.

Es esta caracteristica mafiosa de la casta política, la que se ha impregnado hasta el tuétano en el catálogo de dioses y creencias de la sociedad civil, machacada por el miedo y ametrallada día y noche por los medios de comunicación. La rendición en masa de la sociedad ante este Leviatán es la mayor tragedia de estos más de treinta años, el dejar el manejo de su libertad en manos del robaperismo institucionallizado.

Eso a nivel colectivo. A nivel individual, la falta de espíritu crítico y la escasa fuerza que el sistema educativo inocula -vía rectal- a los infantes, ha provocado millones de pequeñas tragedias y el abrazo de la muerte en vida, apuntalada por mil apaños y ritos y mitos suplementarios, implantados para servir a su gran señor: la mentira y la esclavitud moral.

La creación de los dioses de esta mitología de la transición es un ejemplo de cómo se configuran los Olimpos, parapetos diversos para impedir alcanzar la verdad para el común de los mortales, y no como muletillas transitorias - por falta de información - para avanzar hacia ella y su corolario: la Libertad.

Por eso en España hay que derribar el mito y matar a los dioses transición- transación-helveticanos, honrar a los nuestros muertos y vivir la vida plena con la verdad y la libertad como guías del individuo.

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