Volverán las parisinas a pedir pan al rey, volverán a rodar cabezas. Esta vez no bastarán con que se inmolen las fuerzas de choque, arponeadas por el hambre, contra los derrotados, contra los derrumbados por el hambre. En la orgía de los moros de Franco, de los afganos británicos, de los latinos wey norteamericanos, no se lavarán todos nuestros pecados. Esta vez el Nilo, el Gólgota no dará abasto para tanto chivo expiatorio. Esta vez los cabrones huirán de la famélica cabra. Se podrá andar sobre las aguas, convertida otra vez en el material viscoso, arcilla y sangre, adami, el lodo primordial.
Se retira el impulso sexual cuando el hambre llega a cierto umbral. Eso lo saben los famélicos de diseño de los realities en perdidas islas. Lo sabía también aquel noruego que escribió sobre el hambre. Lo sabe la mayoría. Pero no hay democracia en parte alguna en esta tierra. Ni en la otra inventada vida donde llega primero la mayoría. Sí, los últimos serán los primeros. En morir.
No tengo remedio, lo sé. Tuve una novia que se llamaba Remedios pero que hablaba y pensaba en binario, nada de anal, nada de lógica. Soy un sentimental (católico, feo y sentimental, Arrabal). Pero soy rico. Me hice representante de DermoVasigil y Viagra y alivio el chocho y el carajo occidental secuestrado en el matrimonio de conveniencia. Me hice político de partido – aprendí a repetir las palabras Arenosas dos veces – para aliviar la idiotez en la democracia de conveniencia. Me hice periodista de investigación y aprendí a bailar la Zarzuela al son del movimiento de anca del poder.
Dijo Darío Fo que cada vez que compramos estamos votando. Hoy las falsas democracias occidentales orbitan, lejanas, alrededor de los grandes supermercados, de las grandes distribuidoras. Dan una vuelta cada cuatro años por los arrabales del poder, como los antiguos circos, cargados de cómicos y bufones. El poder puede decir aquello de Me casé con un político pa jartarse de reir.
En una situación concreta, todo el sistema es coherente y las partes contribuyen al todo. No se entendería el sistema económico y político mundial sin el modelo de distribución comercial. Hablar de democracia actual y monopolios en la distribución del gran consumo es lo mismo. Es totalmente falso que haya liberalismo cuando en los sectores estratégicos de la Economía (alimentación, energía, comunicaciones) campea el cuasi-monopolio.
Siete grandes distribuidoras controlan la mayor parte de la distribución alimentaria mundial, que nutre al actual modelo de compra en grandes supermercados.
Las únicas cosas que no puede dejar de hacer el mono hablador es respirar y nutrirse de agua y alimentos. Puede dejar de pensar. Es fácil. Puede dejar de follar. Es difícil. Puede olvidarse del flequillo de Hermida. Es difícil.
Apostar por el agua y alimentos para el mono comedor es apostar a caballo ganador, como me decía una amiga pija, yegua oficial de un orondo alcalde, amiga de la pija del municipal jardinero.
Una de las cosas que se suele decir en los Cursos de Marketing ® (® Arrabal) es que el Cliente siempre tiene la razón. Una de las cosas que se suele decir en los Manuales de Unineural de Economía es que “este sistema está regido por las leyes de la Oferta y la Demanda”.
La Demanda y el Cliente, Isis y Orisis en brazos, el núcleo en el Sancta Sanctorum del actual sistema político-económico.
Pues bien, de acuerdo. Pero hay un problema. El Cliente no es el mono hablador y comedor. Eso es una falacia mayor que el falo de Rasputin.
El Cliente, el Cliente por antonomasia, los Clientes son los grandes supermercados, las grandes superficies. El mono hablador (no olvidemos que es comedor) irá casi casi por cojones. Cuando deje de ir, la hecatombe, la Revolución, la creación de un mundo nuevo.
El proteccionismo no es para proteger “sectores estratégicos de las economías nacionales (agricultura, pesca)”, que también. El diputado común así lo cree en su alegre perorata en el bochornoso teatro del Congreso de los Diputados. Los proteccionismos son para proteger todo un tinglado que tiene en su cúspide una falsa democracia, sustentada por monopolios y paseada bajo el palio de una monarquía de risa.
Hace ya una semana que mi comuna celebró el habitual aquelarre. Obviaré el lance tragicómico de aquella fermosa y distinguida dama que creyó que podría “esnifar” pegamento en vez de las drogas extensibles al uso y tuvimos que acudir – vaya trouppe – al Hospital Civil con la dama y el palo de fregona a ella acoplada. De todas formas, notifico que la absorción vaginal fue efectiva y que voló con la escoba. Quien sabe, quizás una Hoffman del siglo XXI.
Pero no quisiera desviarme del asunto principal. Hace ya pues una semana de la ingesta masiva de nuestro tubérculo sagrado, el higo chumbo, y por ello me encuentro en pleno proceso creativo, alejado de todo váter. Y en este trance estaba cuando tuve un sueño.
El actual comercio electrónico se basa principalmente en compras de viajes, música, entradas de espectáculos. La parte correspondiente a gran consumo (alimentación, hogar) son aún mínimos, aunque en la última década se han realizado importantes intentos en Estados Unidos y Gran Bretaña principalmente, y que ha crecido.
En el sueño veía que el comercio electrónico de alimentación y otros productos de gran consumo hacia que se desintegraran los grandes supermercados y que las pequeñas tiendas de barrio volvieran a florecer para albergar los innumerables pedidos realizados por los ciudadanos cercanos. Soñaba con una optimización de los recursos energéticos, nada del 17% de tráfico en las ciudades hacia los grandes almacenes. Sólo reparto en camiones a primerísima hora de la mañana. Soñaba con el fin de la dictadura que imponen las grandes distribuidoras a agricultores y pescadores. Soñaba con la unidad, facilitada por las nuevas tecnologías, entre estas pequeñas tiendas y el sector primario, nacional e internacional.
Soñaba con nombrar Cliente al pobre mono hablador y comedor, henchido a ostias, hinchado a hostias. Soñaba que ya no tenía hambre de realidad. Soñaba que despertaba. Soñaba con la Democracia.
Se retira el impulso sexual cuando el hambre llega a cierto umbral. Eso lo saben los famélicos de diseño de los realities en perdidas islas. Lo sabía también aquel noruego que escribió sobre el hambre. Lo sabe la mayoría. Pero no hay democracia en parte alguna en esta tierra. Ni en la otra inventada vida donde llega primero la mayoría. Sí, los últimos serán los primeros. En morir.
No tengo remedio, lo sé. Tuve una novia que se llamaba Remedios pero que hablaba y pensaba en binario, nada de anal, nada de lógica. Soy un sentimental (católico, feo y sentimental, Arrabal). Pero soy rico. Me hice representante de DermoVasigil y Viagra y alivio el chocho y el carajo occidental secuestrado en el matrimonio de conveniencia. Me hice político de partido – aprendí a repetir las palabras Arenosas dos veces – para aliviar la idiotez en la democracia de conveniencia. Me hice periodista de investigación y aprendí a bailar la Zarzuela al son del movimiento de anca del poder.
Dijo Darío Fo que cada vez que compramos estamos votando. Hoy las falsas democracias occidentales orbitan, lejanas, alrededor de los grandes supermercados, de las grandes distribuidoras. Dan una vuelta cada cuatro años por los arrabales del poder, como los antiguos circos, cargados de cómicos y bufones. El poder puede decir aquello de Me casé con un político pa jartarse de reir.
En una situación concreta, todo el sistema es coherente y las partes contribuyen al todo. No se entendería el sistema económico y político mundial sin el modelo de distribución comercial. Hablar de democracia actual y monopolios en la distribución del gran consumo es lo mismo. Es totalmente falso que haya liberalismo cuando en los sectores estratégicos de la Economía (alimentación, energía, comunicaciones) campea el cuasi-monopolio.
Siete grandes distribuidoras controlan la mayor parte de la distribución alimentaria mundial, que nutre al actual modelo de compra en grandes supermercados.
Las únicas cosas que no puede dejar de hacer el mono hablador es respirar y nutrirse de agua y alimentos. Puede dejar de pensar. Es fácil. Puede dejar de follar. Es difícil. Puede olvidarse del flequillo de Hermida. Es difícil.
Apostar por el agua y alimentos para el mono comedor es apostar a caballo ganador, como me decía una amiga pija, yegua oficial de un orondo alcalde, amiga de la pija del municipal jardinero.
Una de las cosas que se suele decir en los Cursos de Marketing ® (® Arrabal) es que el Cliente siempre tiene la razón. Una de las cosas que se suele decir en los Manuales de Unineural de Economía es que “este sistema está regido por las leyes de la Oferta y la Demanda”.
La Demanda y el Cliente, Isis y Orisis en brazos, el núcleo en el Sancta Sanctorum del actual sistema político-económico.
Pues bien, de acuerdo. Pero hay un problema. El Cliente no es el mono hablador y comedor. Eso es una falacia mayor que el falo de Rasputin.
El Cliente, el Cliente por antonomasia, los Clientes son los grandes supermercados, las grandes superficies. El mono hablador (no olvidemos que es comedor) irá casi casi por cojones. Cuando deje de ir, la hecatombe, la Revolución, la creación de un mundo nuevo.
El proteccionismo no es para proteger “sectores estratégicos de las economías nacionales (agricultura, pesca)”, que también. El diputado común así lo cree en su alegre perorata en el bochornoso teatro del Congreso de los Diputados. Los proteccionismos son para proteger todo un tinglado que tiene en su cúspide una falsa democracia, sustentada por monopolios y paseada bajo el palio de una monarquía de risa.
Hace ya una semana que mi comuna celebró el habitual aquelarre. Obviaré el lance tragicómico de aquella fermosa y distinguida dama que creyó que podría “esnifar” pegamento en vez de las drogas extensibles al uso y tuvimos que acudir – vaya trouppe – al Hospital Civil con la dama y el palo de fregona a ella acoplada. De todas formas, notifico que la absorción vaginal fue efectiva y que voló con la escoba. Quien sabe, quizás una Hoffman del siglo XXI.
Pero no quisiera desviarme del asunto principal. Hace ya pues una semana de la ingesta masiva de nuestro tubérculo sagrado, el higo chumbo, y por ello me encuentro en pleno proceso creativo, alejado de todo váter. Y en este trance estaba cuando tuve un sueño.
El actual comercio electrónico se basa principalmente en compras de viajes, música, entradas de espectáculos. La parte correspondiente a gran consumo (alimentación, hogar) son aún mínimos, aunque en la última década se han realizado importantes intentos en Estados Unidos y Gran Bretaña principalmente, y que ha crecido.
En el sueño veía que el comercio electrónico de alimentación y otros productos de gran consumo hacia que se desintegraran los grandes supermercados y que las pequeñas tiendas de barrio volvieran a florecer para albergar los innumerables pedidos realizados por los ciudadanos cercanos. Soñaba con una optimización de los recursos energéticos, nada del 17% de tráfico en las ciudades hacia los grandes almacenes. Sólo reparto en camiones a primerísima hora de la mañana. Soñaba con el fin de la dictadura que imponen las grandes distribuidoras a agricultores y pescadores. Soñaba con la unidad, facilitada por las nuevas tecnologías, entre estas pequeñas tiendas y el sector primario, nacional e internacional.
Soñaba con nombrar Cliente al pobre mono hablador y comedor, henchido a ostias, hinchado a hostias. Soñaba que ya no tenía hambre de realidad. Soñaba que despertaba. Soñaba con la Democracia.
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