21 jun 2008

Maligno


Ayer noche, en el duermevela singular que tiene el bípedo humano cuando es ostigado sonoramente por un mosquito, creí ver descender desde la alta lámpara a Elías con su carro de fuego.
Ya soñando fui conocedor de los secretos más anhelados de la Humanidad, narrados a mi oido por el venerable anciano de larga barba y de profunda mirada. En mi memoria se grabaron las resoluciones de problemas cabalísticos, del manuscrito Voynich, la ubicación de la Atlántida, el sexo de los ángeles, el número de peldaños de la escalera de Jacob, la ubicación del Paraíso,en fin, una exégesis completa de la Biblia.
Era yo presa de una gran emoción, de un sentimiento agridulce que me provocaba localizados calores en la epidermis al conocer el sentido de la existencia humana.

Me he despertado hace un rato, como de costumbre con el natural canto de un CD de reaggeton de mi vecino chic. No hallé al revelador Elías ni tampoco vi señales de aparcamiento o rodaduras de su carruaje ígneo. Lo que sí seguía allí era un mosquito obeso de errante vuelo y de irregular trazada.
Me había acribillado como un borbón a una democracia y ahora pagaba su atracón con sus maneras de diputado ocioso, gordo y cafetil.

Quería yo transcribir a papel los secretos que durante la noche me fueron revelados, antes de que la real realidad borbónica extendiese sus zarpas sobre la aurora, infectándola de zapateros, rajoys, pepes, soes y otras cosas soeces. Pero entonces, mi vecino conectó su cerebro a una emisora de radio y escuché unas lapidarias palabras: Hipoteca maligna.

Hipoteca maligna. Se trataba, pude saber, ya totalmente lobotomizado, ya olvidados los grandes secretos de la humanidad, del nombre de una operación de investigación en Estados Unidos para detener a "los culpables".

Durante el día ya sólo pude tener dos pensamientos: algo relacionado con el ritual del chivo expiatorio y añadir otra pregunta a la lista de los grandes misterios: ¿quién pone los nombres de esas operaciones?.

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