24 sept 2010

Bryce y la monja desinhibidora.



Corría el año 2005 y yo estaba poseido por un frenesí (déle Dios mal galardón) de actividad, apuntándome a todo quehacer disponible en los mentideros universitarios. Su graciosa majestad, Diosa Fortuna, me concedió una beca para un curso de Agricultura ecológica en la sede de La Rábida de la UNIA.

Aquello fueron unas vacaciones pagadas, aprendiendo efectivamente los rudimentos del tomate sabrosón not-Mercadona y del pollo de corrá (corral), que disfrutamos un grupo de locos del tutorial y del apego bibliográfico. Yo pertenecía, claro está, al sector no oficial del ecoagro, formadas sus filas por licenciados en Derecho, Medicina y hasta un filósofo. Que un teleco asistiera a las disertaciones sobre plagas, abonos e invernaderos se veía algo menos excéntrico, ya que yo defendía la peregrina idea de "crear una granja de pollos ecológicos en una plantación de vides xerezanas" usando un sistema de monitorización que supervisasa la relación uva-pico_pollo-deposición_avícola

Los cursos de verano de ese año en La Rábida se componían además de otro curso de Protocolo - lleno de lustrosas mujeres y petimetres - y otro sobre "El concepto religioso", quizás un oximorón...

Todos personajes los que en pleno verano asistíamos a aquellos abrevaderos. Entablé conversación y amistad con un conceptualista religioso que no paraba de elogiar a un novelista peruano del que yo sólo había oído hablar pero que no había leído: Bryce Echenique. A mí me parecía que alguien con un nombre tan chocante no podía ser un buen escritor, quizás por algún obscuro prejuicio pérfidoalbionense.

Nos llevaron de excursión todos los días a los diversos asentamientos humanos cercanos - llamados pueblos - más representativos del mediodia onubense. Estuvimos en Huelva, Moguer - en la casa de Juan Ramón Jiménez -..

Aquel hombre brycecheniquiano no paraba de elogiar las novelas de alfredito; un colombiano no paraba de retratarse con cualquier símbolo español - cual Montilla en cataluña -, una joven profesora de religión - que me ha recordado a la monja desinhibidora - no paraba de elogiar las bondades del vino..

El último día nos montaron una fiesta, con bizcocho y con una actuación en directo del tal Alex O'Dogherty. Genial, poniendo un broche de oro a una semana absolutamente surrealista, absolutamente hiperrealista - que diría Dalí.

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