Aún convaleciente de la carcamusa y de un costillar a lo Picapiedra's car, han tenido tiempo mis visceras y órganos cavernosos de aposentar unos conocimientos adquiridos en los últimos meses que me hacen sentir integrado en el contemporáneo mundo apocalíptico.
Durante estos meses he estado estudiando el complejo mundo de los mercados financieros, robándole horas al sueño y siendo abonado al osuno bostezo venusino. Tal aventura intelectuá (intelectual) culminó con la asistencia los pasados 23 y 24 del pasado mes al Trading Room en el Hotel Eurobuilding organizado por Estrategias de Inversión. Para mí fue extremadamente interesante poder ver en directo los latidos del mundo, el funcionamiento del motor primario de las sociedades. Allí, en una sala absolutamente abarrotada de rentistas, traders profesionales, curiosos y alvarados, pude poner en su exacto contexto la teoría aprendida en el duermevela castellano. Velas, velas japonesas, RSI, ATR, tendencias, hombro-cabeza-hombro, doble techo, medias móviles, sistemas estocásticos, ruido....si, viejos conceptos para mí en los años de la ingeniería de teleco en Málaga.
Cuando estudiaba en Málaga me topé con algo que me hizo desviarme absolutamente de la tendencia práctica de una Ingeniería. Me topé con mi propia tendencia a relacionarlo todo, con mi pasión a unir unas asignaturas con otras, unos conceptos con otros..alejándome cada vez más de una metodología de aprobación rapida de exámenes. No podía, sencillamente era superior a mis fuerzas. Empecé a leer de manera compulsiva todo lo que encontraba sobre teoría de la complejidad y las llamadas matemáticas del caos, que yo relacionaba con mis elucubraciones en las fronteras de cada asignatura. Así, esta posición absolutamente suicida - en España - me llevó a hablar con el director de estudios de la Escuela de Málaga sobre la "conveniencia de una visión más transversal que unificara más las asignaturas", hablándole de asuntos como el fenómeno EPR como habitante de las fronteras y otros vellocinos. De esto va a hacer casi diez años.
De aquel tiempo a esta parte he seguido formándome en estas matemáticas aunque sin una dirección concreta y sin una metodología sistemática que requieren para su aplicación y desarrollo práctico, en parte porque no he tenido oportunidad de aplicarlas. Sin embargo, ahora sí que tengo una excusa para afianzar este conocimiento y usarlas en un ámbito concreto: los mercados financieros. Me anima, y me corrobora mi intuición de tiempo atrás del gran auge que tendrían estas matemáticas, el hecho de que existen no pocos estudios del mundo de las finanzas usando técnicas de la complejidad.
En el Trading Room, descubrí a todo un personaje dentro del mundo de la bolsa española: Antonio Saéz del Castillo. Fue el primer ponente en aquellos dos días trepidantes y espoleó mi interés creciente por este mundo complejo. Todavía me animó más su afirmación más relevante: la absoluta manipulación que existe en los mercados, las infinitas maneras de alterar el valor de las cosas que tienen quienes tienen recursos para comprar y vender en grandes cantidades, en distintas partes del mundo, a distintas horas, distintas materias primas, distintas empresas.
El espíritu de los tiempos, de este tiempo es el marcado por los mercados financieros. No son malos en sí; lo que sí es malo es el escaso número de gente, aglutinados en grandes corporaciones que tienen el conocimiento y medios para su control.
En las actuales condiciones, con grandes corporaciones que alteran - y están en su derecho - el precio de las cosas mediante su intervención coordinada en los mercados, seguido por un ejército de surferos -traders- que intentan aprovechar las olas provocadas por tales transatlánticos, los mercados son, es la bestia del Apocalipsis, el dragón de San Jorge al que hay que doblegar.
Para luchar contra esto en igualdad de oportunidades, se necesitaría mucha coordinación y comunicación entre agentes más pequeños. La sociedad civil necesita, una vez alcanzada la libertad política, roto ya el cielo de las castas parasitarias partitocráticas, dar muerte simbólica al gran dragón económico. La sociedad civil tendrá que elevarse y controlar, mediante su masiva participación, los mercados financieros.
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