11 may 2013

El crack.

Murió ayer Alfredo Landa, estandarte y percha de eso que los críticos, los periodistas llamaron landismo, una estampa del españolito de finales de la dictadura y de inicios de esa cosa gelatinosa llamada Transición.

Más tiran dos tetas que dos carretas, y las tetas llevaron al pueblo español, machista hasta las cachas cuasimexicanas, por aquellos lustros - y ahora -, a cambiar la libertad política, mediante un cambio real en las estructuras del estado y las relaciones de poder, por unos polvos y unos lodos y unos cines y unas lentejas primogénitas. El recorrido de la libertad política en España acabó en los cines de Perpigñán y con los partidos políticos, síndicatos y empresarios añexos, insertándose en el Estado mientras tanto. Eso si que fue la gran coyunta, la madre de todas las folladas.

El Estado, ese sancta sanctorum que debería ser, ese espacio en realidad vacío, que se debería preservar vacío por la contraposicion de poderes, esa piedra basal, ese pilar del contrato social, esa cosa sagrada y divina, esa religión pagana que debería estar al servicio del ciudadano, violentada por los parabolanos, por los católicos fanáticos y totalitarios de los partidos políticos a sueldo de la Cía para instaurar el terror orwelliano.

En en esta epopeya donde es landismo pastoreaba a los infantes para desviar la mirada, únicamente a las hechuras y pechugas, hacia el santo muslamen muslim and not muslim, mientras se cometía el infanticio de esa cosa pequeña y nasciente llamada libertad.

Hubo quién inmediatamente olió el juego de trileros que se perpetró en la transición y se pasó a la resistencia, ese territorio fértil en donde nacen casi todas las cosas que merecen ser vívidas. Siempre contra el poder, aunque se esté en el poder.

En estos territorios reina la novela y el cine negro, las lecturas prohibidas - o sea, no distribuidas masivamente por el establishment -, la conversación inteligente, los amigos y mujeres que merecen la pena. Todo lo demás es arena, plástico y cartoné y un tedio infinito, infinito. Es en estos terrenos donde descubrí hace unos años El crack y El crack dos, dos películas de Garci protagonizadas por Landa en las antípodas del landismo y que son dos obras de arte del mejor cine negro español. Cine negro que ya por aquel entonces escruta, como en El crack dos, la estafa que se estaba cometiendo en la transición. Porque el cine y la novela negra, territorios del crimen y del hampa, explora las relaciones del individuo con el poder totalitario, ya sea la mafia de Chicago o la mafia juancarlista.

Alfredo Landa, el crack, el Sancho Panza insuperable, descanse en paz.

Pasen y vean:


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