Una Asamblea Nacional formada por 400 representantes de 400 mónadas o distritos electorales. Cádiz tendría dos representantes directos en Madrid, al igual que Jerez. Chiclana, El Puerto de Santa María y San Fernando junto con Puerto Real tendrían un representante en Madrid.
Unos poderes auténticamente separados: el ejecutivo (gobierno), el legislativo (el que hace las leyes) y el judicial (el que juzga). No como ahora, donde en una gran mascarada llamada elecciones, en un acto de barbarie postfranquista, se tima a la sociedad civil en masa mediante el método de la estampita, estampita con varios nombres escritos.
No querrán saber nada de ti, no quieren saber nada de ti. Sólo quieren el instante en que tu mano suelte la papeleta adecuada; para ello te habrán bombardeado desde tierra, mar y aire con carteles, pancartas, mítines, sonidos, ruidos, palabras. No quieren saber nada de ti.
Como un motor mal equilibrado, con pistones mal compensados, así funciona un sistema donde los jefes de partido eligen a todos los representantes. Un motor que, como no podía ser de otra forma, provoca corrupción y monstruosos gripajes, esperpénticos espectáculos que dejan perplejo al ciudadano. Este motor, este sistema político que dirige los destinos de España, nunca puede ser llamado democracia.
La democracia es elegir a un buen gestor de tu entorno cercano después de una reflexión. La democracia no puede ser elegir una lista donde pululan cincuenta personas con incontinencia anal el día D por ver si pasan el corte.
Toda la complejidad del mundo está en el entorno cercano de cada persona; de eso se da cuenta quien ha viajado mucho. El viajero vuelve a mirar a su ciudad y a reconocer en ella todos los tipos de riqueza que ha visto en cada lugar; lo único que ocurre es que cada rincón le da lustre a una variedad de riqueza, pero todos estos tesoros, estos matices de la realidad, están en cada ciudad.
Por eso el buen criterio de cada persona está en su entorno, en su comarca, en su mónada republicana. Como siempre, desde siempre, nuestra señal de identidad, nuestra huella humana: el hombre es la medida de todas las cosas. Y la medida de todas las cosas es el hombre (y la mujer).
Y por eso la más alta democracia sólo puede florecer en el espacio que abarca la vista humana: una ciudad, una comarca, y son las personas elegidas con ese criterio, en cada entorno, 400 distritos, maquinaria perfecta, quienes debieran sentarse en Madrid con sus ojos inundados de toda la dificultad del mundo, de toda la complejidad de sus ciudades y pueblos.
El 27 de Mayo hay elecciones municipales, que en un sistema electoral decente deberían ser conjuntas con unas legislativas para elegir al representante de cada mónada, cada diputado a Madrid. Sin embargo, en este motor infame, griposo y gripado, se ve el espectáculo dantesco del desfile de los representantes nacionales de los partidos (esos metidos de tapadillo en las largas listas de las generales) dando su apoyo a los elegidos a dedo para cada alcaldía. Infame. Mostrenco. Mafioso.
Una auténtica democracia va de abajo arriba, y no al revés, impostura surgida a borbotones de la barbarie colectiva que se comete cuando se vota en una Elecciones Generales.
Pero estas elecciones no son menos graves. Se presentan a alcaldes y concejales toda una cohorte pisaverde que no ha hecho nada, y todo lo contrario, para evitar los verdaderos problemas que asolan a la sociedad civil: la especulación inmobiliaria y el trabajo estable. Todo lo demás es mentira. Todo lo demás no existe, forma parte de la gran mascarada y del motor mal equilibrado que es hoy día España.
Absteneos el día 27 de Mayo, no participéis en la payasada. La hora de los infantes ya pasó; es la hora de la responsabilidad, es la hora de libertad. Nadie os va a regalar nada, nadie nos va a regalar nada. Nunca. Nada.
No legitiméis un sistema que sencillamente no os quiere, un sistema que sólo busca elegir a cuatro o cinco personas que se diluyen ante las grandes fuerzas que dominan el mundo.
La única manera de combatir esas fuerzas es que todos estemos en Madrid. Esto no es posible, ya, pero si lo es llevar a Madrid al hombre o mujer que conocéis y que os conoce de vuestra ciudad. Esto es democracia, esto es responsabilidad, esto es libertad.
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