Al final la verdad se abre paso, por mucha maquinaria propagandística que cree una ilusión mundial con consecuencias mortales, cosechadas en dos guerras e innumerables consecuencias políticas - cambios de gobiernos -, económicas y sociales.
Existen países en el mundo que no figuran en los mapas - familias ricas que controlan grandes compañías e intereses que logran confundirlos con los intereses de las familas pobres (las naciones reales) -.
Los actuales sistemas políticos, estas falsas democracias, son el espejismo planetario creado por miles de medios de comunicación, que impiden ver una realidad muy simple pero que exige un cambio de paradigma mental considerable. Una conversión, una liberación de prejuicios que permita fundir los axiomas que proyectan la fantasmagoria.
Una fantasmagoria en los cielos y en las mentes, que a manera de nueva deidad sincrética, regula la vida de las sociedades, creyendo en unos sacramentos y conceptos vaciados de contenido: democracia, justicia, libertad, valores...Se usan los términos, embalsamados y blanqueados farisaicamente, para ocultar a las masas, que la vida en su interior fue robada y violada por salteadores de caminos.
Lo peor es la superficialidad de las gentes, el descubrir el vacío en su interior a imagen y semejanza de esos nuevos dioses. Descubrir que los dioses, no es que estén muertos, sino que al acercarse al cadáver para ver lo que tanto nos fascinaba, descubrir la vacuidad más budista, el eco del bípedo desplumado agitando una vieja carcasa.
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