20 jul 2009

Jean-François Revel.


En el 2001 leí un libro, El monje y el filósofo, que me causó una gran impresión. Era la discusión entre un padre y un hijo, Jean-François Revel y Matthieu Ricard respectivamente, uno filósoto, ateo y liberal y el otro, un ex-científico convertido al budismo a tal punto de dejarlo todo y convertirse en monje.

Por aquel entonces me alineaba más con algunos de los postulados del monje, me que descubría la visión budista de algunas de las problemáticas que puede tener un mono hablador. Sin embargo, hoy, me identifico mucho más con su padre, Revel, un filósofo de primer orden que cargaba contra el comunismo y el socialismo en general, contra la hipocresia de la izquierda.

En el budismo se produce una deconstrucción del ego del individuo, pero esta actitud no puede ser permanente de ninguna manera, aunque es un buen método para desprenderse de las costras de inmovilismo y errores de apreciación que se pueden adherir a la piel.

Es una buena forma de ver, como al caer la vieja epidermis, ésta es engullida por el movimiento de la masa, de la moda, de los prejuicios, de afectos superficiales y completamente absurdos, de amores no correspondidos que protestaban por el cambio, de la infinita cobardía de un burladero, de la impunidad que da un chocho de plástico, de paquiderma epidermis. Masa enorme, inercia absoluta. Destino cerrado en habitaciones cerradas, de penetrante tufo.

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