5 jun 2011

Un minuto de gloria.



Un minuto de gloria es a lo máximo que podemos aspirar los españoles en este monstruoso Estado de Partidos, auténtica gusanera en donde retozan todos los seres peloteriles bañados en las inmundicias apocalípticas.

Un minuto de gloria en la capa de barniz televisiva sobre la realidad de la sociedad civil es el momento cumbre al que puede aspirar el españolito carente de imperios mediáticos o huérfano de unión orgánica al Estado, a los higaditos-sindicatos, a los intestinos-partidos, al riñón-patronal..

En esta sociedad espectacular, de continuo espectáculo, en esta auténtica Caverna de Platón en la que nos tienen sumidos estos diosecillos fatuos, lo único que importa son las sombras que crean, con su soplo divino, los medios de comunicación adictos a los edictos del Régimen.

No es casual el emparejamiento de la ibérica monarquía con el clase social de los bustos parlantes televisivos. No hay que olvidar que ya en la Antiguedad se usaban diversas triquiñuelas y mecanismos varios para hacer hablar a una cabeza inanimada, provocando espanto, asombro y sumisiones religiosas entre los espectadores. Un engaño de este tipo aparece en El Quijote, pero se nos desvela la trama basada en un tunante que susurraba morfemas y palabros a través de un tubo hasta la cabeza, a modo de banquero tras las bambalinas, celoso de su botín: un gobierno democrático de cara al pueblo y urdidor y muñidor de exquisitas leyes.

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