Hoy, con fuerte viento de levante, y después de varias acometidas veloces, Los bárbaros, de Alessandro Baricco, ha sido leído con sumo interés con la unidad biológica y sin embargo, multicelular, que teclea estas palabras.
Se trata de un ensayo, editado por entregas, tiempo ha, en La Reppublica y que trata sobre la incertidumbre en la que se sumerge la cultura occidental en estos convulsos tiempos. Identifica a los bárbaros como todo aquello que se queda en la superficie de las cosas, que busca la experiencia, la adquisición de la experiencia en un movimiento veloz entre múltiples hitos sin ahondar en la esencia de cada uno, en la pérdida del alma como visión de conjunto de este paisanaje a nivel de cada individuo bárbaro, en la falta de autenticidad, precisamente porque ya se evita profundizar en la esencia de la cosas. La barbarie, que parece que todo lo contamina e impregna.
Carga incluso contra uno de los totems más adorados de nuestra civilización, que creemos civilizada pero que pudo tratarse del primer gran triunfo de las hordas bárbaras, de una primigenia razzia y violación de las doncellas: la democracia.
Esta democracia. Yo, como el autor, tampoco sacralizo a la democracia, a esta forma de entender la democracia, donde el valor de cada candidato, quiero decir de cada partido, se adquiere según el número de enlaces (links) o votos - número de amigos en el mundo Facebook - se obtengan en unas elecciones donde el marketing lo es todo y donde no se habla de ideas y nadie lee los programas.
Si, es una pantomina universal, mediática y perfectamente engrasada por los medios de comunicación y el dinero fresco invertido en encuestas y promociones.
¿Qué es votar cada cuatro años en un sistema sin separación de poderes, en un sistema en donde los partidos son extensiones del propio estado, en donde la patronal y sindicatos son prolongaciones de la casta financiero-empresarial-estatal?. Nada.
Renunciaría a mi derecho al voto por un sistema de oposiciones para que los escaños de diputados fueran ocupados por los mejores, los más preparados, los más capaces, los más justos, dando la posibilidad a cualquiera, con esfuerzo, de llegar a dichos puestos. Nombraría al presidente del gobierno según una oposición a nivel nacional.
Pero que es eso de que halla que pertenecer a un partido político?, que halla que ganarse los votos de comisarios, delegados, en un, repartir dávidas y canonjías a cambio de un apoyo, de un voto dentro de la estructura de un partido político?
Me dan naúseas los partidos políticos. Me parecen lo más antidemocrático que existe. Me parecen los bárbaros, los mongoles destrozando la auténtica democracia, la esencia de las cosas, la cultura del esfuerzo.
No creo en el voto cada cuatro años, que parece el día bisiesto de los santos inocentes, el día del obispillo, un día de carnaval, el día en que las clases bajas entronizan a un hombrecillo de la llanura y le hacían creer que era Rey, Banquero o Concejal de Urbanismo.
Recomiendo el libro.
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