22 dic 2010

El misterio de España (II)


Cuanto más cerca estás, más emoción
El mito de la armonía de las tres culturas está en la base de la genética de este país. Hubo armonía, sí - peligrosísima para las élites de cada una de ellas- entre la partes cultas de cada religión y posiblemente entre las clases populares, no exentas de ciertos prejuicios.

Pero por los ostentadores del poder en cada una de las religiones no hubo armonía en absoluto, sino un continuo toque a degüello, a rebato, un sangre y fuego español para mantener los privilegios.

Esto se vió claramente con la época visigoda, en la que las distintas facciones apostaban por la corriente herética arrianista o por la ortodoxia cristiana, mientras apostaban por someter a la esclavitud a los judios existentes en Iberia.
Esta era la situación en la España de las dos culturas visigoda, animándose aún más con la entrada del Islam.

Como el convencimiento de la existencia de un elemento no encontrado de la tabla periódica, intuí lazos de unión entre el arrianismo y el islam. Efectivamente, existieron esas semejanzas en lo teológico, catalizadas y canalizadas aún más por la preservación del poder.

En efecto, en la confrontación entre los visigodos Witiza y Don Rodrigo, el primero, arriano, y en desventaja militar ante el segundo, pidió ayuda a los musulmanes magrebíes a través del conde Don Julián, mítico personaje ceutí que habría servido de importante puente entre el arrianismo crepuscular y el emergente y meteórico mundo islámico.

No son pocos los historiadores que se preguntan por la facilidad con la que los musulmanes conquistaron la Península en tan poco tiempo, siendo esta llamada por parte de una facción visigoda una de las más plausibles razones.

Así pues, tenemos por un lado a una clase dominante hasta entonces, la arremolinada en torno a los dogmas ortodoxos católicos, heredera de la tradición romana, barrida del mapa casi literalmente por las huestes musulmanas, que empujan hasta Asturias a los únicos reductos de resistencia, y tenemos por otro al pueblo invasor, que instala el islam en la península y que también fue ayudado y financiado por los judíos, siempre al borde del abismo esclavista bajo el yugo visigodo. Sin embargo, esta traición judía no sería olvidada casi 800 años después.

Pero retrocedamos en el tiempo a la época hispano-visigoda y preguntémonos por otro de los enigmas de la historia que está prendado del propio enigma español: el misterio del antisemitismo. Su origen, el por qué de su predicamento. Siempre me ha parecido una estravagancia, un conejo de la chistera, una cortina de humo, una sesión del congreso, una gran tramoya, un juego de manos, un concejal de urbanismo.

El antisemitismo nació con el cristianismo, con su manufactura romana en escritorios de Alejandría. El cristianismo surgió del judaísmo, no como corriente herética, sino a imitación de él gracias al impulso romano que lo usó como aglutinante de los pueblos y religiones paganas de su imperio. A punto estuvo el mitraismo de ganarle la partida al cristianismo como religión del imperio...

Así pues, el antisemitismo es un invento romano, que robaron al pueblo judio la noción de monoteísmo para unificar por la fe, un imperio, lo mismo que harían siglos después los reyes católicos. Pero el verdadero odio a algo o alguien, que no ha cometido tropelía o acto socialista, nace del temor, del puro miedo. Miedo al regreso, miedo a reivindicar lo que legítimamente pertenece a otra persona, secreto miedo al triunfo de la verdad.

Ya en época musulmana, los judíos pudieron desarrollar una vida de forma más relajada, salvo en algunos periodos, como el almohade, caracterizado por el fanatismo religioso. Existía una pujante comunidad judía en Al-Andalus que ocupaba muchos de los puestos más relevantes de la sociedad. Una élite culta que se situaba en primer nivel mundial en esos momentos. Maimónides, judío, es el paradigma de esta época, aunque finalmente tuviera que emigrar a Palestina y por supuesto, a Egipto.

Es quizás poco conocido que los leones del patio homónimo de la Alhambra, fueron regalo de una famosa familia judía de Granada - víctima de persecución y envidia sarracena - y que representan a los doce tribus de Israel, separadas cuaternariamente por los cuatros ríos del Paraíso.

Cuando se termina la Reconquista cristiana, se produce ipso facto, la promulgación del Edicto de la Alhambra, firmada bajo la mirada de los doce leones judíos, que ordena la expulsión de todos los judíos de todos los territorios españoles. El último plazo, aplazado, sería el 2 de Agosto de ese 1492.
Uno de los que abandona España ese mismo día es un tal Cristóbal Colón que parte de Palos, quizás para que no le molieran a palos -porque el edicto establecía la pena de muerte para aquellos que no lo acataran -.

Pero tratar de explicar esa expulsión fulminante es fundamental. Porque si bien se aducen motivos económicos, de pura competencia y envidia pecuniaria e intelectual - que cabrea mucho al cabestro - pienso que la raíz teológica es muy importante. No para el pueblo común, para la sociedad civil que nunca ha tenido tiempo en levantar faldones y falditas a mofletudos angeles para averiguar su sexo, sino como fundamento de legitimidad para la clase dominante y de pedo contenido.

Las tres culturas en España es un momento peligrosísimo para los poderes establecidos por aquel entonces, que no lidiaban bien con ciertos dinamismos.

Si bien los dogmas de la ortodoxia católica casaban bien con los sedimentos y basamentos paganos, ya que fueron creados ad hoc para este menester, recogiendo una traditio de miles de años, no es menos cierto que los dogmas del judaísmo también casaban muy bien con esos antiguos pilares, ya que también tenían en su seno la tradición de miles de años de origen semita y egipcio.

Esto es, en confrontación dos verdaderas religiones con vocación universal, el cristianismo y el judaísmo, teniendo la primera un máster en relaciones internacionales y marquetin, teniendo la segunda el anquilosamiento propio de una tradición mucho más antigua.

Y el hecho central, el temor del cristianismo a que el judaismo atacará sus bases y explicara sus orígenes. Es un hecho que durante la Reconquista se produce un acercamiento de cierta clase culta cristiana al mundo judío, culminándose en hechos tan significativos como la primera traducción de la Biblia original hebrea al castellano, la llamada Biblia de Alba, en 1433, que ocasionó no pocos recelos por la distinta interpretación que judíos y cristianos hacen de las Sagradas Escrituras.

Y es que la ortodoxia judía, el judaísmo rabínico, otorga más importancia a la tradición oral, a la interpretación alegórica en aquellos casos en que los textos choquen con la razón humana - Maimónides - , que a la literalidad de los textos que promueve en gran medida la ortodoxia católica. Y esto es un auténtico peligro para un cristianismo que comparte gran parte de los textos con el judaísmo.

Este es el auténtico problema y la base del antisemitismo: el miedo furibundo de las clases dirigentes que basan su poder en torno a la ortodoxia católica - que es en gran parte válida como modelo social - a una interpretación muy distinta de los textos sagrados. . Y saberse ladrones y tergiversadores de una tradición mucho más antigua. Por eso el antisemitismo persiste y persiste a lo largo de los siglos.

El misterio de España, el dolor de España, está provocado pues, por la espada sarracena, la que cortó la conexión entre una mayoría ortodoxa católica con el mundo pagano de tiempos ancestrales, con la pérdida de continuidad en la tradición, acrecentado este dolor por la pérdida total del componente judío, que también nos enlazaba con el hilo de Ariadna de la noche de los tiempos.

El dolor de España es el dolor del hijo que se pierde de la madre,momentáneamente, en la plaza pública, en el ágora, en la palestra del mundo. Porque se pudo empezar a tener la sensación que el judaísmo era el nexo de unión con lo antiguo, el puente entre el cristianismo y el paganismo.

Pero eso no se podía consentir de ninguna manera, ya que la ortodoxia judía hubiera fagocitado a la larga al mundo católico.

Así pues, como un moderno nacionalismo, y para preservar el poder en la autonomía y la firmeza de unos orígenes más endebles, se expulsa a los judíos y con ellos gran parte del alma española, que quedará huérfana y hueca per secula seculorum.

Hay cierto aire fariseo en lo español tras ese 1492, o sea, siempre. La religiosidad española es muchas veces teatral, de gran exageración, de máscara superpuesta. Casi el vacio tras haber tocado con la mano una gloria especial, un destino en lo universal: la reinserción del cristianismo en su original judaísmo, el triunfo postrero y póstumo de Viriato frente a las legiones de Roma.

Estuvimos cerca. En aquellos tiempos éramos uno de cada diez.
Álvaro -> "Sangre Judia" ("Jewish Blood") by Pere Bonnin. A list of 3,500 names used by Jews, or assigned to Jews by the Holy Office (la Santo Oficio) of Spain. The list is a result of a census of Jewish communities of Spain by the Catholic Church and as found in inquisition records. Los Apellidos estan sacados de las listas de penitenciados por el Santo Oficio, de los censos de las juderias y de otras fuentes que indican claramente que la persona portadora del apellido es judia o judeoconversa. (fuente: sephardim.com)

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