Como afirma D. Antonio, presiones de índole económica atomizaron las primitivas sociedades civiles, equiparando a la larga al individuo con el hombre económico, siendo éste su máximo estadio posible de desarrollo, pasando a ser, y acentuándose en tiempos de globalización, otra mercadería más.
La sociedad civil, que debería ser el seno del aprendizaje del hombre, del individuo que aprende en el contacto y en relación con otros individuos, se convierte así en campo de batalla entre aprendices de hombres universales. Lo que debiera proteger y alentar el progreso individual de cada persona en su camino hacia su individualización y su singularidad, se convierte en su enemigo.
Una de las tradiciones que ha conservado este carácter protector y de aprendizaje mutuo de la sociedad es algún reducto actual de la Cábala judia, que considera al hombre en el seno de la sociedad civil como un niño que necesita del amparo y la comprensión de los otros para que pueda emerger en todo su verdadero potencial.
Para que el hombre alcance todo su potencial es irrenunciable su dimensión política, asociada ya a su singularidad, a su pleno desarrollo, al hombre universal emergido de la sociedad civil y habitando ya la sociedad política, donde trata según los parámetros de la Verdad-Libertad a los otros hombres.
La condición de hombre político, infinitamente superior al hombre económico, es potencialmente accesible por todos los individuos de la sociedad civil, que aspiren, y deben aspirar en sociedades civiles sanas, a individualizarse. El hombre político, al igual que cada nuevo bebé nacido en el seno de la sociedad civil, será motivo de orgullo de todos, es producto de sociedades civiles dinámicas que lo formaron, al igual que el desarrollo del bebé será producto de buenas relaciones paternas (inaguradas con la sexualidad) y seguidas por las relaciones sociales de la mónada o del entorno que lo educaran. Que alcance la categoría de hombre político, necesario y adecuado para la mónada, porque la defenderá, dependerá de la calidad de las relaciones existentes dentro de la misma mónada, principal foco de aprendizaje, con permiso de los medios de comunicación masivo que operan para atomizar a la sociedad civil, abortando la emergencia del hombre político, matando los posibles ejes de evolución cultural.
Que el hombre actual pelee en el seno de la sociedad civil con los otros hombres, que no espere a formarse a través de dichas relaciones humanas y acabe su formación en barracones educativos tantas veces mostrescos y reduccionistas, individualistas, apeladores del egoismo según los cánones del liberalismo, y que los restos de la batalla formada por hombres moribundos sean recogidos por los actuales partidos políticos y curados con sus ideologías, es uno de los “orígenes de la tragedia”.
Nada con forma humana sale vivo de la sociedad civil. Todos los infantes muertos, ninguna vida más allá de emergencias corporativas que incluso controlan a quienes las crearon. La sociedad política está habitada hoy por enemigos del Hombre y su madre Naturaleza.
La sociedad civil, que en estos tiempos de abundancia de recursos, debería ser el hábitat de principios de cooperación mutua, tiñe de negatividad procesos que se dan en su seno, como la familia, la vecindad, la amistad y el patriotismo. Todos estos procesos están contaminados y atomizados en mayor o menor medida. Si casi no hay sociedad civil, ¿cómo va a haber sociedad política?. La competencia, que lo impregna todo, impide el desarrollo basado en las relaciones, prometiendo pírricas victorias frente al “ganamos todos”.
Esta competencia, de sentido horizontal y demoledora en la sociedad civil, pilar del liberalismo, de la enseñanza infanticida a los infantes, debería ser de sentido vertical, debería postegarse a que los hombres estuviesen formados integramente, y ya como hombres políticos, competir con honor y nobleza. Que compitan los campeones en la sociedad política y no los infantes en los gallineros del actual parlamento, para espanto y divertimento de la descompuesta sociedad civil.
Al igual que el “descubrimiento” del Corpus Hermeticum (con los principios de polaridad, ritmo, vibración..) en la Edad Media tuvo cierta influencia en la evolución cultural para el naciente Renacimiento, el “Corpus Trevijanum” (formado por toda la teoría de la RC y sus principios de mediación, de individuación..) está llamado, como afirma David Serquera, a sentar las bases de un nuevo humanismo que asume como parte vital la condición política de cada hombre, su individualización nacida de su anterior condición de individuo aprendiz de las relaciones con otros individuos.
Tengo la suerte de poder relacionarme a través de este blog con otros individuos de la sociedad civil que quieren individualizarse. Por permitirme aprender de la relación con vosotros, iluminado el patio con el hombre político que es D. Antonio, muchas gracias.
En cuanto al nombre, me vino a la mente liberismo, por su evocación a la libertad y para diferenciarlo del liberalismo. También, y de paso, por su gran parecido con iberismo; corriente esta última que quizás triunfe bajo la óptica de la República Constitucional, convirtiendo a Iberia en un gran país repúblico, apagando de paso los postulados nacionalistas que apelan a la lingüística.
Perdón por la extensión. Viva la República Constitucional¡Viva España¡, y, por qué no, Viva Iberia¡.