1 oct 2007

Secretos del Sahara y de Buda


Hoy han sido noticia: el adelanto de la negativa de Zapatero al segundo plan Ibarretxe, ya descontado por éste, el anuncio de China de que mediará para “asegurar la estabilidad de Birmania”, las elecciones legislativas y constituyentes en Ucrania y en Ecuador respectivamente, el ataque a las fuerzas de la Unión Africana en Darfur y el anuncio de Japón de que privatiza su sector postal.

Como corolario del teorema informativo del día, los extraños atentados ocurridos en las Islas Maldivas (en pleno Índico, cerca del subcontinente indio) y en una sede de Iniciativa per Cataluña en Barcelona, perpetrado este último por elementos antisistema. Conviene no olvidar estas dos débiles señales en el mar caótico de la cotidianeidad para explicar sucesos en un futuro próximo.

Continúa el juego diplomático, todos pendientes del reloj, en torno a la revolución azafrán en Birmania. La Junta Militar intenta amortiguar las presiones que desde Occidente le está llegando, permitiendo la visita del enviado de la ONU a la líder Suu Kyi dentro del perímetro de un recinto militar, mientras China apuesta por la mediación con ellos para conseguir la estabilidad, cuando lo que un sector importante de la población birmana es justamente lo contrario, la inestabilidad revolucionaria.

Uno de los aspectos que más ha sorprendido en esta revuelta social, es el activo papel de los monjes, alejándose de su tradicional alejamiento de la acción directa en lo político y lo social. En un país donde el 90% de su población es budista, el desfilar de los monjes adquiere un peso fundamental, porque, contrariamente a lo que se ha dicho en algunos medios, no son el clero budista, porque el budismo carece de estructura jerárquica, acercándose más a una filosofía que al concepto occidental de religión. Este factor puede dar más sorpresas, como las dio en su día la no-violencia de Ghandi en la lucha contra el imperio británico en la India, no siendo descartable un levantamiento budista, una desobediencia civil al modo oriental incluso más allá de las fronteras de Birmania, por supuesto, muy ventajosa para los intereses occidentales. El budismo puede ser el gran caballo de Troya de dichos intereses frente al gran gigante chino, y no conviene olvidar la cuestión tibetana.

Diez muertos ha causado el ataque contra tropas de la Unión Africana estacionadas en Darfur. El de Sudán, otra vez hay que decirlo alto y claro, es otro conflicto con importantes intereses energéticos detrás. Sudán exporta diariamente 320.000 barriles de petróleo al día y según estimaciones cuenta con el 10% de las reservas mundiales. Como moscas en la miel, países y compañías van a alargar el conflicto como en un mal juicio. Acuden al banquete China, Francia y los árabes por un lado y Estados Unidos y sus fieles aliados por otro, quedando la UE y la ONU patéticamente al margen.

Es el secreto del Sahara, el petróleo vestigio de la prehistórica selva sahariana, por el que se enfrentan, en un nuevo escenario, básicamente China y Estados Unidos, ejerciendo Francia un curioso papel postcolonial, con tropas propias en la vecina Chad defendiendo los intereses de su compañía Total. Las fuertes exigencias de Sarkozy al régimen iraní para que no avance en su programa nuclear, puro teatro francés ante el gobierno americano, intentaría equilibrar los desplantes transatlánticos. Mientras, el conflicto se ha cobrado, según estimaciones, unas 200.000 víctimas, sometida a una guerra civil que separa el país como separa la tierra los pozos petrolíferos.

Japón anuncia que privatiza Correos, que aparte del servicio postal, es el mayor banco del mundo, donde los japoneses tienen depositados sus inmensos ahorros. Hasta ahora estos ahorros han servido para apuntalar la gran deuda pública del país nipón, pero con la liberalización de este banco y con la posibilidad de que dichos capitales se inviertan en otros sectores o salgan del país, Japón se aproxima a las políticas de rápida privatización promovidas por el FMI que tantos estragos provocaron en el sudeste asiático en 1997, y del que Corea del Sur, y especialmente Japón y China se libraron por no seguirlas en su momento a pies juntillas.

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