21 jul 2012

Gustavo Bueno y la crisis de España.



Gustavo Bueno, pateando al paraíso de la Transición, ese mito infecto que engendró la dictadura franquista para poder replegarse a los consejos de administración de las grandes empresas y dar paso a la hornada de politiCastros de última hora. Todo atado y bien atado.

Los dinosaurios del sistema, van a morir a empresas de diverso pelaje que se nutren en abundancia de generosas subvenciones formadas por la sangre vivificadora del sacrificio de millones de individuos decapitados en el Altar mayor del Templo del Sol. La sangre joven e idealista, la sangre y talento trabajador, es engullida con fruición por estos viejos moribundos en su ánimo por recuperar el vigor sexual que conocen que da el poder o que tiene la juventud.

Gustavo Bueno, quizás el mayor filósofo que ha dado España en el último siglo, con permiso de Ortega, no pasa ni una, no comulga con ningún anacoluto, con ninguna palabra vacía, y la transición y su secretación máxima, la Constitución del 78, están plagadas de ellas.

El modelo social y político que vive y chapotea entre estos pecios conceptuales, entre estos sepulcros blancos llenos de podredumbre e intereses, es el del desprecio por la verdad y en última estancia por la libertad y la vida, apostando por la servidumbre voluntaria y el no querer saber.

La excitación de las mollejas estomacales y bajoventrales, junto con diversas celebraciones populares, como el fútbol o las votaciones, constituyen ya un sustento suficiente para la Transición a la tumba. El vicio del oído regalado, de escuchar cosas bonitas sobre uno mismo, junto con las pasiones anteriores, constituye el principal anestésico que introduce la vida sociá en los dominios de la ataraxia porcina o perruna.

Diversos medios de información, llamadas televisiones autonómicas o periódicos de tirada nacioná, aluden a la molleja que excita el ánima del perrino pavloviano, que secreta voces y votos, que se viste con tejidos diversos y lava sus cuerpos con preparados especiales. Bebe cosas y palabras que le ayudan e impiden ver la cadena que le ata al barco que se va a pique, y que se llama Estado fallido o Cortijo del Mediodía.

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