Ha muerto Emilio Botín y con él se cierra toda una era, toda una manera de funcionar, todo un sistema. En estos momentos, sus herederos, así como los herederos de Juan Carlos de Borbón y de Alfredo Pérez Rubalcaba, están luchando para que nada cambie, para que el paradigma constitucional del 78 fundadora de la actual partitocracia sobreviva a la transición actual.
Antes de morir, Botín dejó dicho que lo más le preocupaba en estos días era Podemos y el nacionalismo catalán, síntomas ambos de la descomposición a marchar forzadas del actual Estado Español, que está naufragando estrepitosamente lastrado por la corrupción y por la falta de democracia. Tan bien lo dejo todo atado Franco que el nudo gordiano que atenaza a la sociedad civil va a quebrar el Estado y con ella a la sociedad civil, ya que ésta ignora que es ella la nación, que es ella la poseedora de la soberanía nacional.
En un país tan estatista como España, el destino del Estado se confunde con la base y origen del mismo: los españoles, que no teniendo otra válvula de escape para respirar el antaño aire viciado de una partitocracia de imposturas, bulle nerviosa por los respiraderos nerviosos de Podemos y de un nacionalismo catalán que prefiere romper con el Estado Español antes de intentar refundarlo, en un intento de salvar la partitocracia regional catalana escidiéndose de la española, como si este hecho fuese a cambiar su carácter antidemocrático.
¿Es la desobediencia civil votar sólo a favor o en contra de un nuevo Estado, emergido tanbién de la Constitución del 78, como brama Junqueras?. Qué heroico, que legendario, que actos fundacionales de mitologías... La cuestión fundamental es cómo sería ese Estado, pregunta a la cual también queremos responder el resto de los españoles.
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