9 sept 2012

Spanish Transilvania: las élites extractivas.

Cómo estará la cosa, la cosa pública, para que María Dolores de Cospedal promueva la eliminación de la mitad de sus señorías diputadas en Castilla-La Mancha, quedándose la otra mitad sin sueldo (aunque pudiendo ejercer sus profesiones con el peligro que esto conlleva de adecuación, ahora a calzón quitado y a pelo, de las leyes para sus respectivos negociados y acomodos de posaderas).

Y cómo estará la cosa para que El País, baluarte durante decenios de este régimen parasitario, publique el artículo que adjunto:  Una teoría para la clase política española, por César Molinas.  Recomiendo vivamente su lectura. Se ve que las fuerzas vivas están tomando posiciones ante lo que se avecina: algunos apuestan ya por el derrumbe del régimen, pero de manera testimonial, no vaya a ser que y si sale sale.

Lo que en él se describe es una geometría certera y paronámica de la Transilvania Española, un lúgubre corral donde las élites extractivas campan a sus anchas succionando rentas a la economía real, a través de un sistema de colmillaje descentralizado y mafioso, en convivencia con la cosa privada que hincan el diente al BOE en uno de los más singulares casos de simbiosis de la fauna ibérica.

El artículo me parece un retrato fidedigno de nuestro pasado reciente, de nuestro presente y posiblemente, de nuestro futuro. Ya lo indica el artículo y lo pienso fehacientemente: la casta política antes hunden el país que desprenderse de sus privilegios. La cuestión es que no se puede distinguir entre privilegios y clase política: todo es uno, todo es una superestructura monstruosa que impregna y se distribuye como un cáncer, de forma finalmente capillar, hasta la última pedanía de este país. Toda una superestructura para chupar, absorber, succionar, la savia y el dinero, las rentas, de la ciudadanía.

Políticos que se dedican a inflar burbujas que alimentan y nutren a la propia red de extorsión, empresas privadas que implementan dichas burbujas para gloria de la casta y aledaños, practicamente un capitalismo de burdel, espadón y taberna que nada tiene que ver con la libre empresa, sino más bien con un capitalismo de estado corrupto al puro estilo Putin.

El espectáculo es grotesco, vomitivo. Sus gentes vacuas, también. Pupulan como los amigos de Donald Sutherland en La invasión de los ladrones de cuerpos. La casta les ha chupado el mojo y quizás sientan el placer del cretino ante una realidad que se acomoda a sus esquemas mentales: empresario malo, América mala, democracia, paz social. Estos faraones de la casta, en la última hora, querrán que nos enterremos con ellos, para que ningún esclavo pueda dar cuenta del horror del régimen.

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