El libro de las ilusiones (The Book of Illusions), es una novela de Paul Auster escrita en 2002 y que llevaba tiempo con ganas de leer, azuzado por la buena prensa que tiene el autor en España (le dieron el Príncipe de Asturias un año de éstos).
A continuación voy a desbrozar el argumento cual fogoso jabalí trufero, así que niños y los que quieran leerlo, no pasen de este Rubicón. Quedan avisados.
Trata de la vida baqueteada del profesor Zimmer, que pierde a esposa e hijos en un accidente aéreo, y que tras pasar por las más diversas fases de la depresión y estribaciones de la locura, se agarra a la figura nebulosa de un actor del cine mudo de los años veinte, Hector Mann, que desaparició en extrañas circunstancias y al que se dió por muerto, para estudiar de manera obsesiva su figura y escribir un libro.
Investiga a fondo la obra de Hector, cada una de sus películas, repartidas por el mundo y olvidadas por el gran público, publicando su libro. Estando ya sumergido en otro proyecto absorbente, una nueva traducción de Memorias de ultratumba, de Chateaubriand, recibe una perturbadora carta de la supuesta mujer de Hector Mann, Frieda, pidiéndole que se reúna con ella en un perdido rancho de Nuevo México ya que Hector quiere verlo.
Conocerá efectivamente a Hector, Frieda y Claire, joven que habita con el anciano matrimonio junto con algunas otras personas - dos enanos mudos - en aquel universo cerrado al mundo exterior y guardián de un secreto, el secreto de Hector y su desaparición hace muchas décadas. El rancho de Nuevo México, Piedra Azul, es una ilusión, una realidad creada por ellos. Y a ese mundo llegará el profesor Zimmer, que ha creado su propia burbuja, su propia ilusión para agarrrarse a la vida. Pero cuando esas dos pompas de jabón, de colores brillantes a la luz del sol, parece que van a juntarse, una estalla y muere, arrastrando a Claire, que quería fundar un mundo nuevo junto con el profesor Zimmer, destruyendo su ilusión, su burbuja.
Todos quieren, en el fondo, salir de ellas, incluido Hector, que pena por la culpa de haber jugado con la ilusión, al esperanza, teniendo que crear una ilusión para olvidar. Las dos acepciones de ilusión.
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