Una de las ramas de la llamada Teoría de la Complejidad, distingue tres tipos de sistemas: los simples, los caóticos y los adaptativos complejos.
Los sistemas simples tienen muy pocos estados posibles, y las conexiones entre sus componentes son fijos. Con un poco de imaginación se podrían llevar metafóricamente a identificarlos con el estado sólido. Además, estos sistemas son muy precedibles, como la dictadura franquista o el teatro juancarlero.
Los sistemas caóticos, en cambio, tienen infinidad de estados posibles; sus componentes se encuentran dispersos y pueden actuar localmente con total libertad. Su comportamiento es, como su nombre, caótico. Se podrían ver como el estado gaseoso.
Para abordar la complejidad del mundo se pueden adoptar dos posturas: reducir dicha complejidad y apostar por el sistema simple (dictaduras, partitocracias..) rodeado del caótico (sociedad civil) o absorber dicha complejidad. Apostar por un sistema que como esponja absorba la corriente del azar
y que funde la estabilidad total en esta libertad, en este libre albedrio fluido.
Es el tercer tipo de sistema, el adaptativo complejo, el del estado líquido, que tiene muchos estados posibles, sus componentes están dispersos y pueden actuar con libertad localmente (mónadas) pero dentro de una jerarquia global (mónada nacional), y su comportamiento global es emergente pero localmente “impredecible” (libertad política).
Si hasta ahora han convivido la piedra y el aire, el sólido y el gas, en continua refriega y engaño, sin continuidad entre ambos, produciéndose muy raramente “la revolución del gas”, el esfuerzo de una inconexa sociedad civil que hace romper la piedra, lo ideal sería vivir en el estado líquido, donde la libertad política de la sociedad civil crea formas estables en la corriente, como las ondas en los rios, al institucionalizar, al absorber la complejidad, la microrrevolución permanente en la mónada.
En este espacio monádico, que incentiva la innovación y la excelencia, el conocimiento de las mejores ideas y el comportamiento del entorno, en este espacio que no permite que los partidos taponen la sagrada fuente de la libertad con la masa del hombre mediocre, se venera a la diosa Fortuna y a su rueda, movida por el mundo líquido del sudor y esfuerzo de los hombres integrados en su madre Naturaleza.
El hombre está sediendo de libertad, extenuado de luchar, deshidratado de tanto sudar sin atisbar casi nunca el sagrado reconocimiento. El hombre quiere saber que su trabajo no es inútil, quiere alejarse de la melancolía que le produce el esfuerzo inútil, quiere que algo o alguien le diga : bien hecho.
La República Constitucional y sus mónadas darán por fin ese reconocimiento , al integrar ese sudor en la estructura fluída de la que emerge la estabilidad dinámica global.
Sin embargo, tengo dudas de que el azar gaseoso que envuelve actualmente al sólido partitocrático, puede hacer llegar la RC. Más bien creo que es más probable que como mucho una “revolución” haga partir la piedra y se pase a una República de Partidos, a no ser que se introduzca en el debate político de forma masiva el concepto de mónada repúblicana, fuentes donde el hombre ,mientras se seca el sudor, podrá saciar su sed de libertad.
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